miércoles, 25 de diciembre de 2019

NOS HA NACIDO EL SALVADOR

    ¡ALELUYA, ALELUYA!

EL VERBO SE HIZO CARNE Y HABITÓ ENTRE NOSOTROS


El Belén, también conocido como Pesebre, es uno de los símbolos cristianos más conocidos y utilizados en Navidad, e incluso de los más tradicionales como puede ser leer ‘Canción de Navidad’ de Charles Dickens. Pero, ¿cuál es la historia del Belén?

Historia del Belén o Pesebre
  La representación del nacimiento de Cristo es una tradición de la Iglesia que tiene más de ocho siglos de historia. Comenzó con el Belén de San Francisco de Asís en 1223, situado en Greccio (Italia).
San Francisco era devoto de la Natividad de Cristo y en la Navidad de 1223, encontrándose en la ermita de Greccio, sintió la necesidad de reproducir el misterio del nacimiento, solicitando la autorización del Papa Honorio III.
  San Buenaventura (Juan de Fidanza 1217 – 1274), un teólogo y Cardenal italiano, es quien narró este acontecimiento de San Francisco de Asís:
Tres años antes de su muerte, él (Francisco) quiso celebrar en Greccio el recuerdo del nacimiento del Niño Jesús, y deseó hacerlo con toda posible solemnidad, a fin de aumentar mayormente la devoción de los fieles. Para que la cosa no fuese adjudicada a manía de novedad, primero pidió y obtuvo el permiso del Sumo Pontífice.
En su narración, cuenta que San Francisco, ayudado por Juan de Greccio, inició los preparativos del Belén 15 días antes del 25 de diciembre, escogiendo un lugar abierto que colocaron un paño blanco, llenaron de heno y llevaron un asno, un buey y otros animales.
   Nueve días antes del 25 de diciembre, convocó al pueblo y celebró una misa en presencia de la representación del nacimiento.

SANTUARIO DE LA ERMITA DE GRECCIO- PESEBRE O BELÉN
En algunos países les llaman Belén o Pesebre. El primer nacimiento se creo en Italia. Fue Francisco de Asís, el iniciador de los nacimientos entre 1200 y 1226. Se cuenta que mientras recorría la pequeña población de Rieti en 1223, la Navidad lo sorprendió en la ermita de Greccio y fue allí donde todo comenzó.


                                            ERMITA GRECCIO ENTRE ROMA Y ASÍS

Tuvo la inspiración de reproducir en vivo el nacimiento de Jesús. También se cree que el primer nacimiento con figuras se construyó en Nápoles y que estuvo echo de figuras de barro.
La tradición de los Belenes se difundió rápidamente por toda Italia y luego al mundo entero y hoy por hoy figura en las tradiciones navideñas de cientos de países alrededor del mundo.
Francisco de Asís en Greccio
Greccio es una pequeña población de 1.500 habitantes, situada entre Roma y Asís, a 15 quilómetros de Rieti, en la pendiente del Monte Lacerone y a 705 metros de altitud. El santuario se encuentra a poco más de dos quilómetros, encima de una escarpada roca y rodeado de bosques de encinas. Desde la explanada se contempla el castillo de Greccio y una hermosa vista del valle de Rieti.




A San Francisco este lugar le gustaba porque le parecía “rico en su pobreza”, y el territorio porque decía que no había visto ningún otro con tantas conversiones como este. Muchos de sus habitantes, empezando por Juan Velita, señor de Greccio, profesaron la Regla de la Tercera Orden y llevaban una vida de penitencia en sus propias casas. Cada día, a una determinada hora, los frailes entonaban las alabanzas del Señor y la gente del castillo, grandes y pequeños, salían de sus casas y respondían: “Alabado sea el Señor”. Esto les valió verse libres por un tiempo del pedrisco y de los lobos, mas luego de algunos años, empezaron a enorgullecerse y a odiarse entre ellos, como predijo San Francisco, lo que trajo como consecuencia que el castillo fuese pasto de las llamas, por obra de la soldadesca de Federico II, en 1242.

                                          El primer “Nacimiento” viviente
Todo se celebró como estaba previsto: la noche de Navidad, la gente del castillo se dirigió al lugar donde vivían los frailes, cantando y con antorchas y en medio del bosque. En una gruta prepararon un altar sobre un pesebre, junto al cual habían colocado una mula y un buey. Aquella noche, como escribió Tomás de Celano, se rindió honor a la sencillez, se exaltó la pobreza, se alabó la humildad y Greccio se convirtió en una nueva Belén. Para una celebración tan original Francisco había obtenido el permiso del papa Honorio III. La homilía corrió a su cargo, pues era diácono, y mientras hablaba del niño de Belén, se relamía los labios y su voz era como el balido de una oveja. Un hombre allí presente vio en visión a un niño que dormía recostado en el pesebre, y Francisco lo despertaba del sueño. La gente volvió contenta a sus casas, llevándose como recuerdo la paja, que luego se demostró una buena medicina para curar a los animales.
San Francisco permaneció en Greccio hasta pasada la Pascua de 1224. De aquí se encaminó a Perusa, para echar en cara a sus habitantes el mal que estaban haciendo a sus vecinos y anunciarles las consecuencias que ello traería consigo.
El santuario de Greccio hoy
Hoy el santuario de Greccio ha crecido mucho: a la antigua iglesia y convento del siglo XIII se han añadido otras construcciones y una iglesia más espaciosa, pero el lugar conserva todo su encanto. La gruta, transformada en capilla el mismo año de la canonización del Santo, se conserva casi intacta, con la roca que sirvió de altar y de pesebre (ver foto arriba). Sobre la pared frontal hay restos de algunos frescos de la escuela de Giotto, de los siglos XIII-XIV. 
En el conventito primitivo todo nos habla de la sencillez y pobreza de los primeros tiempos. El dormitorio mide apenas 7 metros de longitud por 1,40 – 2,00 metros de anchura. Al fondo hay una minúscula celdilla excava en la roca, donde se dice que dormía San Francisco. Aquí tuvo lugar, por tanto, el episodio de la almohada de plumas, regalo de Juan Velita, que no dejaba dormir al Santo.

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En el piso superior hay otro dormitorio, de la segunda mitad del siglo XIII, todo de madera, con celdas a ambos lados. A continuación hay un coro del siglo XVII que conduce a la primera iglesia dedicada a San Francisco después de su canonización en 1228, como dice Tomás de Celano: “ahora aquel lugar ha sido consagrado al Señor, se ha construido encima un altar en honor de San Francisco y se le ha dedicado una iglesia” (1Cel. 87). En una capilla lateral, más moderna, se conserva un retrato del siglo XIV, copia de otro más antiguo, que representa a San Francisco con los estigmas y con un pañuelo en actitud de limpiarse los ojos, afectados por una grave infección que prácticamente lo dejó ciego al final de su vida.
En la explanada de delante del santuario está la nueva iglesia, del 1959, con algunas vidrieras modernas y varias representaciones del Nacimiento de Cristo. En los alrededores está la celda donde se retiraba San Francisco.
“Si yo hablara con el emperador, le suplicaría que, por amor de Dios y en atención a mis ruegos, firmara un decreto ordenando che ningún hombre capture a las hermanas alondras ni les haga daño alguno; que todas las autoridades de las ciudades y los señores de los castillos y en las villas obligaran a que, en la Navidad del Señor de cada año, los hombres echen trigo y otras semillas por los caminos fuera de las ciudades y castillos, para que, en día de tanta solemnidad, todas las aves y, particular- mente las hermanas alondras, tengan qué comer; que, por respeto al Hijo de Dios, a quien tal noche la dichosa Virgen María su Madre lo reclinó en un pesebre entre el asno y el buey, estén obligados todos a dar esa noche a nuestros hermanos bueyes y asnos abundante pienso; y, por último, que en este día de Navidad, todos los pobres sean saciados por los ricos” (San Francisco, Leyenda de Perusa, 14).
                                                          El primer nacimiento


En aquella ocasión, quiso celebrar el acontecimiento y hacer algo especial que ayudase a la gente a recordar al Cristo Niño y su nacimiento en Belén. Desde la explanada se contempla el castillo de Greccio y una hermosa vista del valle de Rieti. A San Francisco le gustaba este lugar porque, según cuenta su biógrafo Tomás de Celano, le parecía “rico en su pobreza”, y porque decía que no había visto ningún otro con tantas conversiones como éste. Muchos de sus habitantes, empezando por Juan Vellita, señor de Greccio, profesaron la Regla de la Tercera Orden, hoy Orden Franciscana Seglar, y llevaban una vida de penitencia en sus propias casas. Cada día, a una determinada hora, los frailes entonaban las alabanzas del Señor y la gente del castillo, grandes y pequeños, salían de sus casas y respondían: “Alabado sea el Señor”. Según Celano, esto les valió verse libres por un tiempo de tormentas y de lobos, pero después de algunos años empezaron a enorgullecerse y a odiarse entre ellos, como predijo San Francisco, lo que trajo como consecuencia que el castillo fuese arrasado por las huestes de Federico II, en 1242.
En su biografía del santo, Celano asegura que la Encarnación era un componente clave en la espiritualidad de Francisco y quiso, en aquella ocasión, celebrar el acontecimiento y hacer algo especial que ayudase a la gente a recordar al Cristo Niño y su nacimiento en Belén. Celano nos dice que, inspirado por el Evangelio según San Lucas (2, 1-7), unos quince días antes de la Navidad mandó llamar a Juan de Vellita y le dijo: “si quieres que celebremos en Greccio esta fiesta del Señor, date prisa y prepara prontamente lo que te voy a indicar. Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno”. Todo se celebró como estaba previsto: la noche de Navidad, la gente del castillo se dirigió al lugar donde vivían los frailes, cantando y con antorchas cruzando alegremente el bosque. En una gruta prepararon un altar sobre un pesebre, junto al cual habían colocado una mula y un buey. Aquella noche, como escribió Tomás de Celano, se rindió honor a la sencillez, se exaltó la pobreza, se alabó la humildad y Greccio se convirtió en una nueva Belén. Para una celebración tan original Francisco había obtenido el permiso del Papa Honorio III. La homilía corrió a su cargo, pues era diácono, y mientras hablaba del niño de Belén, se relamía los labios y su voz era como el balido de una oveja. La gente volvió contenta a sus casas, llevándose como recuerdo la paja, que luego demostró ser una buena medicina para curar a los animales.
La idea de reproducir el nacimiento se popularizó rápidamente en todo el mundo cristiano, y de los seres vivos, se pasó a la utilización de figuras. En nuestro país la tradición se introdujo con los primeros misioneros franciscanos que llegaron a América y que trajeron la idea de su fundador. Asimismo, la tradición señala que el primer nacimiento se construyó en Nápoles a fines del siglo XV y fue fabricado con figuras de barro. Generalmente el nacimiento se monta antes de Navidad, el 8 de Diciembre, día de la Inmaculada Concepción, y se conserva armado hasta el 2 de febrero, fecha de la presentación de Jesús en el templo.
Que esta Navidad Cristo haya nacido en nuestros corazones y, como San Francisco de Asís, le demos un lugar preponderante en nuestras vidas para proclamar con fervor: ¡Oh alto y glorioso Dios! Ilumina las tinieblas de mi corazón. Dame la recta esperanza y caridad perfecta; sentido y conocimiento, Señor, para que siga tu santo y veraz mandamiento. 
Que el Señor nos bendiga y nos guarde.

(Por: Antonio Lara Barragán Gómez OFS,Escuela de Ingeniería Industrial,Universidad Panamericana, Campus Guadalajaraalara@up.edu.mx)


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PARA ARMARSE UN BONITO PESEBRE
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MENSAJE DE NAVIDAD DE MONSEÑOR ANDRÉS MORELLO “MONASTERIO VIRGEN DE GUADALUPE”. EL BOLSÓN

Queridos Sacerdotes,
Religiosos y Fieles.

                                                                                                                     24 de diciembre del 2019.
               Faltan pocas horas para el nacimiento del Salvador y las ciudades y las almas deberían engalanarse para recibirlo vestidas con su mayor esplendor mientras los fieles de las Naciones y los jerarcas de la Santa Iglesia habrían de aprestarse para tamaño acontecimiento.
               ¿Dónde están los anfitriones? ¿Cuáles son los festejos? ¿Suenan ya los órganos y los coros triunfales? ¿Están los señores del mundo escribiendo sus discursos para recibir al Salvador? Los que se llaman “ejércitos de paz” ¿Ya se aprestan a recibir a su Príncipe de la Paz?
               Y los Sacerdotes, los Religiosos, los mitrados y los de más arriba ¿Han llorado los pecados del mundo y las propias fragilidades? ¿Han peleado por la inocencia de los jóvenes, por la integridad de los niños, por la honestidad de los grandes para que todo eso realce la recepción del Sagrado Niño?
               Otras parecen las voces y otros los discursos. Los señores de las Naciones cumplen sus cometidos que no tienen nada que ver con las voluntades de sus pueblos. No digo los sentimientos solamente, digo las voluntades. ¿A quién se le ocurre votar con desesperación, con orgullo y con emoción a un futuro asesino de niños, a un abortista despiadado que si pudiera hacer las matanzas obligatorias las haría sin temor?
               ¿Quiénes son y cuáles las multitudes emocionadas que gimen en casas y calles para que todos sus hijos puedan ser transexuales, travestis, anormales disfrazados de legalidad? Si los supuestos representantes de las Naciones votaran anulada la ley de la gravedad ¿Dejaríamos de caernos? ¿Ya no usarían motores los aviones para poder despegar?
               Los discursos de Navidad están tintos de sangre inocente como aquella que derramó Herodes, el primer monarca asesino de niños ante el silencio cómplice y culpable de los Anases y Caifases que callaron con cobardía. ¿Falla el parangón? ¿Es equívoca la comparación? Vergüenza sería negarlo.
               Es el mundo que tenemos alrededor y la iglesia oficial que tenemos delante, ninguno de los dos puede soportar la mirada del Cordero.
               Haya al menos en nuestras almas un rincón piadoso y devoto para recibir al Salvador, sea suyo ese recinto en donde pueda hacer posada en esta Navidad y tener Nuestro Señor, su Madre santísima y San José quienes los amen y les sirvan tanto como pueda ser capaz el corazón de un hombre.

                                                                                          Santísima Navidad para todos Ustedes, 

                                                                                    + Mons. Andrés Morello.


NACIMIENTO- Escuela Cuzqueña


SE DETUVO LA GUERRA DURANTE VARIOS DÍAS ENTRE ALEMANES E INGLESES
Benedicto XV, el primer Papa que paró la Primera Guerra Mundial
30/11/2014 Pedro Torres
A principios de diciembre de 1914, el papa Benedicto XV había propuesto una tregua general en todos los frentes de batalla de la Primera Guerra Mundial.
La Navidad sirvió para que durante unas horas, la confraternización de ambos países perdurara en la historia.


TREGUA DE NAVIDAD GUERRA DE 1914
La llegada de la Navidad siempre es motivo de felicidad y hermandad entre la familia y amigos. Un reducto por el cual millones de seres humanos festejan unos días de paz y emoción y se olvidan de las tristezas y penurias que asolan el día a día. A principios de diciembre de 1914, el papa Benedicto XV había propuesto una tregua general en todos los frentes de batalla de la Primera Guerra Mundial, un hecho que honró a los hombres de la contienda.
La tregua se llevaría a cabo en los días de Navidad. "En nombre de la divinidad, para que cese el uso de las armas mientras la cristiandad celebra la fiesta de la redención del mundo".
Las esperanzas de los soldados del frente del Este por unas horas de paz y tranquilidad se vinieron abajo rápidamente. Los turcos, de religión islámica, no tenían ninguna intención de celebrar una fiesta cristiana.
En la mañana del día 24 de diciembre de 1914, en Saint-Yvon, en el saliente de Ypres, comenzaron a oírse por toda la línea del frente occidental como los soldados alemanes comenzaban a cantar villancicos, especialmente Stille Nacht (noche de paz).
Sin tiempo para relajarse, los alemanes estaban comenzado a decorar sus trincheras y encendían miles de velas. Según los observadores de artillería aliados comenzaban a mandar informes a los centros de mando alertando de lo sucedido.
Mientras, los ingleses sospechaban de las intenciones de los alemanes, creían que era una distracción para ocultar un ataque inminente, y comenzaron a acumular munición.
Llega la ansiada tregua
Eran las seis de la tarde del día 24 cuando comezaron a oirse gritos desde las trincheras alemanas, en donde que se decía a los ingleses que si no disparaban, los alemanes tampoco lo harían. Soldados alemanes comenzaron a salir de sus trincheras, sentándose en el parapeto.

   No se escuchó ningún disparo por parte inglesa, y los alemanes comenzaron a entrar entre las trincheras. Poco más tarde, un oficial alemán se acercó sigilosamente hasta las posiciones inglesas y solicitó negociar con los oficiales ingleses.
Por fin llegó la hora de la verdad. Entre las 10 y las 12 de la mañana y las 14 y las 16 de la tarde del día 25 no se produciría ningún intercambio de golpes entre ambos bandos.
La imagen más deseada por todos los medios se hacía esperar pero al final ocurrió. Soldados de ambos bandos salieron de sus trincheras y comenzaron a encontrarse en tierra de nadie.
En un ambiente de 'paz' anormal en una guerra, los soldados ingleses habían recibido desde Inglaterra pudding de ciruela y las llamadas cajas de la princesa Mary, una caja de metal grabada con una fotografía de la princesa Mary, hija del rey Jorge V, y lo más importante, caramelos, tabaco y chocolate.
Por su parte, el Káiser alemán había regalado a cada soldado alemán una pipa y una buena cantidad de tabaco para llenarla.
La cruda realidad unía a ambos contendientes cuando los soldados alemanes e ingleses recogían los cadáveres y los enterraban en tierra de nadie.
Pero la relajación duró muy poco. El comandante en jefe del Ejército británico en Francia, Sir John French, comenzó a emitir órdenes en las que prohibía terminantemente cualquier tipo de confraternización con el enemigo.
La paz que reinaba en esos momentos no se iba a romper porque quisieran los jefes. Los oficiales de nivel medio, los que estaban en las trincheras con los soldados, prefirieron mirar hacia otro lado e hicieron caso omiso de las órdenes recibidas.

   Al amanecer del día de Navidad, la confraternización en la tierra de nadie era total. Alemanes e ingleses cantaban juntos villancicos, se intercambiaban tabaco, comida, whisky inglés.
Una de las situaciones más complejas de la tregua sucedió cuando un par de soldados ingleses que habían sido barberos comenzaron a cortar el pelo de manera gratuita a los enemigos. Un alemán, malabarista y payaso, dio una improvisada función de circo en medio de la tierra de nadie.
Rapto de dos oficiales
La tregua estuvo cerca de no concretarse. Dos soldados ingleses habían desaparecido la noche anterior y miembros del ejército alemán los secuestraron.

Los oficiales ingleses preguntaron a los oficiales alemanes si sabían algo sobre el asunto. La contestación fue que habían capturado a dos ingleses completamente borrachos, vagando por la retaguardia de la línea alemana.
Los ingleses preguntaron si ambos soldados podan ser enviados de vuelta a las líneas británicas pero los alemanes dijeron no.
Argumentaron que no podían devolverlos, ya que ambos soldados conocían ahora a la perfección la situación de todos los nidos de ametralladoras y posiciones de artillería de los alemanes, gracias a su paseo de la noche anterior.
La confraternización entre ambos bandos se repitió en muchos lugares a lo largo de la línea del frente, incluso en las posiciones ocupadas por el ejercito frances.
El partido de la paz
El incidente más famoso en el que intervinieron soldados de ambos bandos fue un partido de futbol, del que no hay constancia fotográfica, aunque diversos diarios y cartas de los soldados a sus hogares indican que el encuentro si tuvo lugar, con el resultado de victoria de los alemanes por 3 a 2.
La tregua estaba llegando a su fin. Aunque en algunos sectores duró un par de días más, en el saliente de Ypres, la tregua finalizó a las ocho y media de la mañana del día 26.
Un capitán médico británico escribió la frase “feliz navidad" en una sábana, y la mostró a los alemanes desde el parapeto. Entonces, un oficial alemán escribió “gracias por todo” en otra sábana y la mostró a los británicos.
  A continuación, ambos oficiales se saludaron y se metieron en sus respectivas trincheras. Dispararon unos cuantos tiros al aire, y la guerra se reanudó.
  La Navidad sirvió para que durante unas horas, la confraternización de ambos países perdurara en la historia, aunque muchos analistas piensan que esta pausa sirvió para que los ejércitos planearan de nuevos estrategias de cara a un futuro inmediato.




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REFLEXIONES:

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