ACIES
ORDINATA MUNICH 2
INTERVENCIONES
ACIES ORDINATA MÚNICH (MICHAEL MATT, ALEXANDER TSCHUGGEL, JEANNE SMITS, JOSÉ
ANTONIO URETA, JOHN-HENRY WESTEN, ROBERTO DE MATTEI)
Por
20/01/2020
Michael Matt -El camino sinodal hacia un holocausto
espiritual
Por mi
condición de germano-estadounidense cuyos abuelos nacieron cerca de aquí,
agradezco esta oportunidad de hablar de la situación en la Iglesia Católica
alemana, que no podría ser más calamitosa, y que ha suscitado
considerable preocupación entre muchos católicos de EE.UU.
El camino
sinodal de los obispos da la impresión de ser un intento de crear una
iglesia a imagen y semejanza de los prelados de Alemania, que por lo visto se
consideran capaces de definir doctrina y fundar una iglesia nacional propia,
una especie de nacionalismo elitista que se opone a la Iglesia Católica
universal, que tiene una sola fe, un único sistema de sacramentos y una
disciplina común en todo el mundo.
Unos
estatutos elaborados en colaboración con el Comité Central de Católicos
Alemanes suponen un peligro al plantear la ordenación de mujeres y la
abolición del celibato sacerdotal como medidas para remediar la crisis
ocasionada por los abusos sexuales. Ahora bien, sin duda alguna los prelados
alemanes son conscientes de que la ordenación de mujeres vulnera abiertamente
la Ley de Dios, reafirmada con autoridad por la carta apostólica Ordinatio
sacerdotalis de Juan Pablo II en 1994: «La Iglesia no tiene en modo
alguno la facultad de conferir la ordenación sacerdotal a las mujeres, y este
dictamen debe ser considerado como definitivo por todos los fieles de la
Iglesia».
¿Se han
enterado bien los obispos alemanes de que la Iglesia no tiene autoridad para
incumplir la Palabra de Dios? Toda iniciativa destinada a ordenar mujeres sería
un acto de rebeldía contra la Esposa de Cristo digno de un Lutero. Por eso no
tenemos otra alternativa que resistir el proceso sinodal de Alemania, que de
dejarse continuar sentaría peligrosos precedentes para toda la Iglesia.
Durante la
Segunda Guerra Mundial, mi padre, germano-estadounidense, dedicó tres años de
su vida a luchar en el ejército de los EE.UU. contra un nacionalsocialismo que
aspiraba a transformar el mundo según conceptos de superioridad germánica. Por
el amor de Dios, no permitan que los obispos alemanes avergüencen nuevamente a
su patria estableciendo en la Iglesia un nuevo orden basado en ideas de
supremacía germánica sobre la Palabra de Dios y el magisterio infalible de su
Iglesia.
Ojalá la
historia demuestre que hubo una resistencia alemana a lo de ahora como la hubo
entonces. En 1956, mi abuelo Joseph Matt, caballero de San Gregorio Magno, se
tomó tan en serio su deber de resistir parecidas agresiones alemanas que el
gobierno germano de posguerra lo condecoró con la Cruz Federal al Mérito por su
defencosa contra el nazismo.
Con el
mismo espíritu, he venido hoy a hablar contra el azote de un totalitarismo
eclesiástico orquestado por alemanes. Lo que menos necesita hoy en día el mundo
es otra rebelión en la Iglesia Católica como la llevamos viendo desgarrarla
desde hace cincuenta años. Y aun así, la Asamblea Sinodal promete ni más ni
menos eso al pretender actualizar el magisterio de la Iglesia, que sólo se
puede cambiar mediante una revolución contra la propia Iglesia.
Los obispos
alemanes quieren hacernos creer que suprimir el celibato clerical reduciría los
abusos sexuales por parte del clero. Pero ello no es sólo comprobadamente
falso, sino que entraña el peligro de anteponer una ideología liberal a la
protección de futuras víctimas. Los llamados a la vocación de la vida célibe
–las vírgenes consagradas y los sacerdotes– no son unos reprimidos sexuales.
Han hecho del celibato una ofrenda de todo corazón a su Dios. La sola idea de
que necesiten casarse para sofocar la tentación de abusar de menores
equivale a un satánico insulto al concepto mismo de la vocación religiosa. Y
tampoco tiene en cuenta los millones de menores que son objeto de abuso por
parte de alguno de sus padres casados, o por ambos.
No sólo
eso. Teniendo en cuenta que en la mayoría de los casos los abusos de menores
por parte del clero tienen que ver con sacerdotes que acosan a varones que han
llegado a la pubertad (estudiantes de secundaria y seminaristas), insinuar que
eliminando el celibato se reduciría en la mayoría de los casos la atracción
hacia personas del mismo sexo revela una vez más una abyecta ignorancia tanto
de lo que es la homosexualidad como de la naturaleza de la crisis de los
abusos.
Por último,
¿insinúan realmente los prelados alemanes que la salud de la Iglesia Católica
–aquejada de una grave escasez de sacerdotes– mejorará cuando los pocos que
queden estén casados y tengan la casa llena de criaturas a las que criar? Sólo
un varón soltero que no sepa lo que es el matrimonio puede proponer semejante
absurdo.
La
conclusión es la siguiente: suprimir el celibato no tendrá el menor efecto para
reducir la plaga de abusos sexuales por parte del clero. Y sin embargo los
obispos de Alemania lo proponen a pesar de todo, como si sus planes
particulares tuvieran precedencia sobre la autoridad magisterial de la Iglesia,
la Palabra de Dios y el carisma singular del sacerdocio.
Dado que
las mujeres y los sacerdotes sexualmente activos contribuirían también a
protestantizar el sacerdocio, el proyecto en cuestión acarrearía
inevitablemente deserciones entre los fieles, que verían en ello una concesión
más de la Iglesia al mundo moderno y una falta de resolución para mantener la
lealtad a sus propias enseñanzas y mandamientos. Y si a los sacerdotes ya no se
les exige estar a la altura de su vocación, ¿por qué motivo iban a hacerlo
otros? No podemos consentir otro holocausto, que en esta ocasión sería un
holocausto de almas desilusionadas por la revolución eclesiástica contra la
autoridad de las Escrituras y la Tradición.
Así pues,
añado mi voz a la de quienes exhortan al pueblo alemán a actuar con el espíritu
de Stauffenberg, Sophie Scholl y el cardenal Von Faulharber, haciendo frente al
nuevo régimen que se instaura en la Iglesia Católica alemana, negándose a pagar
el impuesto eclesiástico y comprometiéndose a ser fiel a las enseñanzas
inmutables de la Iglesia.
Lo que
necesita hoy este mundo en que vivimos, sofocado en sexo e inmundicia, es que
se restablezca la autoridad moral de la Iglesia Católica, la cual se basa en la
Ley de Dios y la Ley Natural, defendidas por el abnegado ejemplo de los
sacerdotes célibes que están dispuestos a negarse a sí mismos a fin de iluminar
con la Luz de Cristo un mundo en tinieblas.
Como
católico alemán y estadounidense, insto a los obispos alemanes a no dar marcha
atrás, al pueblo alemán a resistir y al Papa a condenar con todo
el peso de su autoridad.
Alexander
Tschuggel ¡La Iglesia no es una ONG!
La Iglesia
no puede convertirse en una ONG. Iglesias y parroquias tienen que salir a la
calle si no nos queremos convertir en una ONG.
Eso lo dijo
el papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud de Río de Janeiro
en 2013. Forma parte del famoso discurso en que exhortó a los jóvenes católicos
a hacer lío.
La
estrategia para impedir que la Iglesia se convierta en una ONG incluye, por lo
que se ve, los proyectos que se estudiaron durante el reciente Sínodo para la
Amazonía. En general, las ONG se definen como grandes organizaciones activas a
nivel internacional, en su mayoría de izquierda. Por ejemplo Greenpeace,
Amnistía Internacional, Open Society, la Fundación Gaia Amazonas y otras
entidades que defienden una interpretación izquierdista y liberal de los
derechos humanos, la inmigración incontrolada o la lucha contra el «cambio
climático provocado por el hombre».
Desde la
perspectiva actual es difícil saber si en 2013 existía el peligro de que la
Iglesia pudiera llegar a volverse imposible de distinguir de las organizaciones
mencionadas. Con todo, si nos fijamos en el marcado compromiso político actual
de la Santa Sede, sobre todo a partir de la encíclica Laudato sii, salta
a la vista que ha habido un acercamiento, en vez de un distanciamiento entre la
Iglesia y las ONG escoradas hacia la izquierda. Desde el Sínodo para la
Amazonia, cada vez se oye hablar más de una Iglesia nueva de rostro
amazónico.
A primera
vista, ese rostro amazónico se manifiesta mediante cambios efectuados o
efectuables en la liturgia y en muchos aspectos de la vida diaria de la
Iglesia. Por ejemplo, según monseñor Kräutler, en la vida de los católicos de
la región se deberían incorporar elementos paganos. Según la prensa, una ONG
conocida como Fundación Gaia Amazonas, dirigida por el estadounidense
nacionalizado colombiano Martin von Hildebrandt, parece haber desempeñado una
papel destacado tanto antes como durante el Sínodo para la Amazonía.
Von
Hildebrandt defiende una idea que ya existía desde hacía décadas: que la región
amazónica debería dejar de estar bajo soberanía brasileña y pasar a estar bajo
administración internacional. Entre los que promovían la idea se encuentran
François Mitterrand, Mijail Gorbachov, John Major y Al Gore. Según el
periodista británico Edward Pentin, en vísperas del Sínodo se temía que la
Iglesia respaldase abiertamente este proyecto político. Hasta después de
reunirse con destacadas autoridades brasileñas no garantizó el cardenal Hummes
que el Sínodo no haría ninguna declaración en ese sentido.
Con
respecto a la inmigración procedente de África y Asia, el papa Francisco ha
asumido posturas mucho más próximas a las de las ONG (y a las del gobierno de
Merkel y la Conferencia Episcopal Alemana) que a las de sus predecesores.
Esto nos
lleva a preguntarnos qué quiso decir el Papa al afirmar que la Iglesia no debe
convertirse en una ONG. La Iglesia de rostro amazónico centra
al parecer sus esfuerzos en promover una política de corte ecológico, verde e
izquierdista y en glorificar prácticas paganas de Sudamérica, al tiempo que
mira con malos ojos las actividades misioneras.
Hace poco
el Papa lo confirmó al decirles a unos escolares italianos que la Fe no debe
proclamarse de palabra. ¿Qué es una Iglesia que ya no predica, que ya no
obedece el mandato de Cristo de llevar el Evangelio a todos los pueblos, una
Iglesia que se limita a realizar las actividades políticas y sociales
mencionadas? A todos los efectos, sería una ONG.
Parecer ser
que los principales partidarios de esa Iglesia de rostro amazónico que
asume más cada vez las características de una ONG son los prelados de Alemania.
Sobre todo, el vicepresidente de la Conferencia Episcopal germana,
Franz-Josef Bode, ha dejado claro en más de una ocasión que las decisiones que
se tomaron en el Sínodo para la Amazonía deberían también ponerse en práctica
en Alemania.
La
introducción del camino sinodal supondrá, sin duda, que el
proceso avance con mucha rapidez en Alemania. La Iglesia alemana está tratando
de abrir camino en ese sentido.
Al examinar
más detenidamente estos acontecimientos se hará bastante evidente que los
supuestos problemas de la región amazónica no son más que un pretexto. Hace
muchas décadas que en Alemania se alzan voces pidiendo la abolición del
celibato y la ordenación de mujeres, mucho más que en la propia Amazonía, donde
–según han demostrado sondeos realizados localmente– la mayoría de la gente los
encuentra incomprensibles.
En la
Amazonía, los católicos son minoría dentro de los cristianos. Aproximadamente
el 80% de los cristianos son evangélicos, not least porque la Iglesia
Católica lleva décadas funcionando esencialmente como una ONG en desmedro de
sus obligaciones misioneras. Además, el 80% de los católicos viven en ciudades
con parroquias y tienen una vida religiosa reglamentada. A ello hay que añadir
que en EE.UU. viven varios miles de sacerdotes procedentes de países como
Colombia, Ecuador, Brasil, etc. Dicho de otro modo: la posible escasez de
sacerdotes en aldeas muy apartadas en esos países se podría resolver de otra
manera.
Por lo que
parece, la región amazónica está destinada a ser un laboratorio de
experimentación para los católicos liberales y modernistas de Occidente, en
particular de Alemania. Cabría plantearse si la sonrisa de la Iglesia de rostro
amazónico no sería en realidad una tapadera para ocultar el viejo rostro de la
Conferencia Episcopal Alemana.
Teóricamente,
la solución a la crisis de la Iglesia en Alemania, Sudamérica y el mundo entero
es mucho más fácil, pero en la práctica es mucho más difícil que eliminar el
celibato y ordenar sacerdotisas. Digo mucho más fácil porque bastaría con que
cada católico hiciera sacrificios personales y resistiera los errores del
espíritu de la época actual.
A lo largo
de sus dos mil años de historia, la Iglesia ha afrontado muchos desafíos,
crisis y desviaciones del buen camino. Y la única forma en que siempre ha
podido renovarse ha sido volver al magisterio verdadero. Esta vez no será de
otra manera. Ha llegado la hora de determinar cuántos derroteros erróneos habrá
de seguir todavía la Iglesia, cuánto más se destruirá, hasta que encontremos el
camino de vuelta a la verdad, la doctrina y la Tradición.
Jeanne
Smits - Por qué no aceptamos una revolución del papel de
la mujer en la Iglesia
En una
carta enviada conjuntamente el pasado diciembre por el cardenal Reinhard Marx y
el profesor Thomas Stenberg, presidente del Comité Central de Católicos Alemanes,
se invitó a los fieles a «”recorrer juntos un camino de transformación y
renovación»”. Todo partió del deseo de «hacer la Iglesia más segura» a raíz de
los casos de abusos sexuales.
Junto con
dicho camino de transformación, encaminado en una dirección
única por la comisión que organiza el camino sinodal, uno de
los cuatro temas principales fue el lugar de la mujer en la Iglesia y los
ministerios eclesiásticos. ¿Qué tendrá que ver eso con los abusos sexuales al
interior de la Iglesia? Poca cosa, a no ser que consideren que la presencia de
mujeres en el presbiterio evitará que una minoría de pervertidos se sienta
atraída hacia los jóvenes acólitos.
Mientras
leía las conclusiones de la conferencia conjunta sobre el camino sinodal, me
llamaron la atención los ataques directos a la doctrina de la Iglesia sobre el
papel de la mujer. De modo explícito, la cuestión es adaptar la enseñanza
tradicional, en el mundo entero, a lo que denominan teología
científica, así como la idea general y la vaga idea de que la
situación ha cambiado y hay que permitir a la mujer ocupe todos los puestos.
Incluido el de diácono y tal vez hasta el sacerdocio.
En una
época en que la ideología de género campa a sus anchas, puede parecer una buena
idea proponer una forma de intercambiabilidad entre hombres y mujeres que
a la larga llevaría a la ordenación de hombres y mujeres indistintamente de su
sexo: el colmo de la confusión sexual.
Quieren una
Iglesia con igualdad de género, que a sus ojos sería la única
Iglesia verdadera. En la Iglesia a la que aspiran, las mujeres
seguirían haciendo cosas que ya hacen, en muchos casos a las mil maravillas:
dar clases de catecismo, comunicar la fe y el amor de Dios.
Pero desean
también una Iglesia en la que ellas hagan cosas que no han empezado a hacer
hasta tiempos muy recientes: participar activamente en la liturgia, administrar
la Comunión, quizás predicar –como propuso hace poco el cardenal Marx– y
administrar en general parroquias, diócesis y, quién sabe, dicasterios enteros.
Si en el ejército hay mujeres que ejercen el cargo de general, ¿por qué no va a
haber obispas? El único inconveniente es que contra la idea de
que haya generalas no se puede discutir sin que te acusen de sexismo y
discriminación. Da la impresión de que el camino sinodal alemán quiere meter a
la Iglesia en una encerrona.
Hoy en día
sería políticamente incorrecto burlarse de la mujer del párroco omnipresente en
las congregaciones protestantes, pero en esencia parece ser que los
reformadores sinodales quieran multiplicar en el seno de la Iglesia la cantidad
de esas formidables señoras que tal vez disuaden a los hombres
para que no sean fieles practicantes… Se habla incluso de un número mínimo de
mujeres en puestos directivos o administrativos, como si la Iglesia no
estuviera moldeada conforme al plan de la familia, sino en el mundo
empresarial.
La profunda
igualdad, pero también las profundas diferencias y la complementariedad entre
hombre y mujer se han expresado a lo largo de los siglos a través de la honda
sabiduría de la Iglesia, que quiere que los hombres sirvan a Dios como tales y
las mujeres como mujeres. Los reformistas –mejor dicho, los revolucionarios–
que quieren examinar y reevaluar el Evangelio y ver si es vinculante la
negativa tradicional a la ordenación de mujeres afirman que en ello la iglesia
se equivoca.
Como mujer,
periodista –he sido directora y redactora-jefe de varias publicaciones– y
católica, no puedo menos que expresar lo lamentable que me resulta esta
actitud igualitaria. Es lamentable e incluso peligrosa para mi fe y para
la Iglesia que amo, porque no le preocupa trastornar totalmente la Redención,
la verdad y la belleza de las misiones respectivas de Nuestro Señor Jesucristo,
Hijo de Dios, y de la más perfecta de las criaturas humanas, su Virgen Madre.
Ella no
hizo campaña para desempeñar una misión destacada. Dirigió nuestros ojos
hacia su Hijo, y por ello sabía que todas las generaciones la llamarían
bienaventurada. Estuvo al pie de la Cruz, no para inmolarse sino para ofrecer.
Padeció con su divino Hijo para redimir a la humanidad, pero no sometió su
cuerpo a los clavos ni a la lanza de los verdugos. Allí se le encomendó la
misión de ser la Madre misericordiosa de todos nosotros. Su honor estaba en
servir, así como ahora está en reinar sobre todo el Universo como reina hasta
de los mismos ángeles. No puede haber mejor teóloga que Ella, que llevó al
Logos en su pensamiento, en su corazón y en su vientre.
Creo que no
puede haber mejor ejemplo, y es muy difícil de imitar, incluso para una mujer.
Me apena que la Iglesia Católica Alemana intente restar importancia al
fundamental papel que tradicionalmente ha desempeñado la mujer para que jueguen
a ser hombres. Es injusto para los hombres, y lo es también para la mujer. Y
ante todo, no es justo para con Dios, que delineó el papel de unos y otras
desde el mismo principio, y concedió a la mujer el mismísimo primer lugar, en
razón de la humidad de ella.
José
Antonio Ureta - Las cinco imposturas pseudosinodales del camino alemán
El camino
sinodal emprendido por la Conferencia Episcopal Alemana se desvía
radicalmente del modelo que han seguido tradicionalmente los sínodos¹. Si no se
frena a tiempo, está abocado al cisma. Ciertamente, el camino sinodal se
apoya en cinco imposturas:
1.
Impostura teológica
Dado que un
sínodo diocesano normal tiene finalidades puramente pastorales y
disciplinarias, las cuestiones de fe y de disciplina que trasciendan el nivel
de lo diocesano quedan fuera de su competencia.² Los cuatro foros que se
formaron para preparar el Sínodo (autoridad en la Iglesia, celibato sacerdotal,
moral sexual y acceso de la mujer a los ministerios) se ocupan exclusivamente
de las cuestiones prohibidas mencionadas. Es más, todo lo que se ha propuesto
en cuanto a dichas cuestiones es en su mayor parte herético, en tanto que el
pretexto aducido –escuchar lo que diga el Espíritu a la Iglesia a través de la comunidad
de creyentes– es igualmente herético por cuanto da a entender que la
Divina Revelación se expresa y evoluciona con arreglo a las vicisitudes
humanas.
2.
Impostura eclesiológica
Con su
ordenación y nombramiento, los obispos recibieron potestad para santificar,
enseñar y gobernar. Como maestros, no sólo deben dar testimonio sino ser
jueces de la verdad revelada, función que no pueden delegar en nadie cuando
surge una controversia. Como pastores, poseen autoridad ordinaria, propia e
inmediata sobre su grey. Esto incluye capacidad legislativa, la cual deben
ejercer de modo personal y exclusivo sin que se les permita «legislar
juntamente con otras personas, órganos o asambleas diocesanas».³ La labor de
los participantes en un sínodo es, pues, meramente consultiva4, y
más aún si se trata de simples seglares.
Contraviniendo
esta carácter jerárquico de la Iglesia, el camino sinodal alemán
equipara la Conferencia Episcopal de su país con el Comité Central de Católicos
Alemanes (ZdK), al que se concedió igual capacidad y autoridad en cuanto al
desarrollo y resultado del Sínodo. La naturaleza democrática del mismo es
acentuada por los siguientes factores :
• la
asamblea sinodal, máximo órgano deliberativo, estará compuesta, por el momento,
de una mayoría de 122 laicos (entre ellos una mayoría de 70 mujeres) frente a
apenas 105 clérigos (69 obispos, 32 sacerdotes y 4 diáconos).
• el sínodo
estará presidido conjuntamente por los presidentes y vicepresidentes de la
Conferencia Episcopal y el Comité Central de Laicos.
• los foros
preparatorios estarán integrados por 10 miembros seleccionados por cada uno de
estos organismos.
En
resumidas cuentas, eso de sinodalidad no es más que una
etiqueta fraudulenta destinada a lograr una democratización radical de la
Iglesia.
3.
Impostura sociológica
El camino
sinodal alemán entiende que el Comité Central de Laicos es un cuerpo
que representa a todos los fieles católicos. Resulta, por el contrario, que ZdK
es una especie de parlamento, dos tercios de cuyos miembros son delegados de
organizaciones católicas que no representan al católico ordinario de misa
dominical, sino a lo que se conoce como Räte und Verbandskatholizismus, es
decir, una especie de nomenklatura de apparatchiks de
organizaciones radicales de corte liberal.5
4.
Impostura metodológica
El camino
sinodal utiliza como pretexto el informe MGH6 sobre abusos cometidos
por sacerdotes en Alemania. Contradiciendo las pruebas y los estudios que
demuestran la causa principal está en la laxitud moral y el colapso de la
teología moral7, el mencionado informe pone la culpa en a la
jerarquía de la Iglesia, el carácter sagrado del ministerio sacerdotal, la
moral sexual católica y, de modo concreto, la condena de la homosexualidad.
Dicho de otro modo: el camino sinodal considera como premisas
indispensables las conclusiones a las que se pretende llegar.
5.
Impostura humana
Desde hace
cincuenta años, la corriente principal al interior de la Conferencia Episcopal
Alemana trata de infiltrar en la Iglesia Católica herejías que promueven los
adalides de la teología neomodernista germánica. En vez de reconocer con plena
transparencia dichas herejías, los prelados alemanes se escudan tras los laicos
y, so pretexto de sinodalidad, desean que el laicado se encargue totalmente de
llevar a cabo la ruptura con la verdad de Cristo que está efectuando la nueva
iglesia cismática que construyen siguiendo las huellas de Lutero. Pero el
cardenal Marx y sus compinches se equivocan totalmente: aunque el papa
Francisco aprobase las recomendaciones del camino sinodal alemán,
los elementos vivos y dinámicos que conforman la Iglesia Católica alemana y las
de todo el mundo no se dejarán engañar por sus artimañas y se las arreglarán
para permanecer fieles a Nuestro Señor Jesucristo y su Iglesia.
Ciertamente,
la Iglesia pertenece a Cristo, no a su Vicario. La verdadera sinodalidad se da
en la Iglesia cuando pastores y fieles caminan juntos siguiendo
las huellas del Buen Pastor y se guían por sus enseñanzas, en vez de
distorsionarlas para seguir los vientos caprichosamente cambiantes del Zeitgeist
.
1Durante
varios siglos, se entendió por sínodo una reunión del clero de
una diócesis para estudiar asuntos relativos al bienestar espiritual de la
diócesis (V. Códigos de Derecho Canónico de 1917, c.356, y Código de 1983, c.
460). En su insuperable libro De Synodo diocesana, el
pontífice canonista Benedicto XIV resume en estas sencillas palabras los
objetivos y competencias de los sínodos diocesanos: depravata
corrigantur; ignorantes instruantur; regulae morum formentur; provincial synodo
decreta publicentur, esto es, corregir abusos, enseñar al que no sabe,
promover una sana moral y poner en práctica las decisiones de los concilios
generales y provinciales.
2«El
Obispo tiene el deber de excluir de la discusión tesis o
proposiciones —planteadas quizá con la pretensión de trasmitir a la Santa
Sede “votos” al respecto— que sean discordantes de la perenne doctrina de
la Iglesia o del Magisterio Pontificio o referentes a materias disciplinares
reservadas a la autoridad suprema o a otra autoridad eclesiástica»
(Congregación para los Obispos y Congregación para la Evangelización de los
pueblos, Instrucción sobre los sínodos diocesanos, IV,4).
3 Íb.,
Apéndice. Por eso, «El Obispo ejercita, también en el desarrollo del sínodo, el
oficio de gobernar la Iglesia encomendada: decide la convocatoria, propone las
cuestiones a la discusión sinodal, preside las sesiones del sínodo; finalmente,
como único legislador, suscribe las declaraciones y decretos y ordena su
publicación» (Ibid., I. 1).
4Código
de 1983, c. 466 y 467. La labor del sínodo diocesano se reduce a prestar ayuda
al obispo de la diócesis expresando su opinión (ibid., c. 460).
5Mathias
von Gersdorff, Understanding the Kerfuffle in the German Catholic
Church
(https://www.lifesitenews.com/news/understanding-the-kerfuffle-in-the-german-catholic-church-interview-with-ma).
En una carta abierta al cardenal Marx, George Weigel comentó: «Es como
si el presidente Trump consultara con el canal noticioso Fox News o la presidenta
de la Cámara Speaker Pelosi consultara con los redactores del New
York Times» (https://www.firstthings.com/web-exclusives/2019/03/an-open-letter-to-cardinal-reinhard-marx).
6Se
llama así porque lo elaboraron investigadores de las universidades de Manheim,
Heildelberg y Giessen.
7Véase
concretamente
https://www.catholicnewsagency.com/news/full-text-of-benedict-xvi-the-church-and-the-scandal-of-
sexual-abuse-59639
John-Henry
Westen - Vuestra Eminencia tiene las manos manchadas de
sangre
Vuestra
Eminencia, cardenal Reinhard Marx: con respeto y amor por vuestro cargo de
obispo y cardenal, y como pastor que es, llamado a defender la grey de Cristo,
con gran dolor y con mucha firmeza me veo obligado a dirigirle la palabra. Lo
hago como padre de niños pequeños y como fiel laico. El amor a mis hijos y a
los ajenos no me permite guardar silencio. En demasiadas ocasiones nos ha
faltado últimamente la caridad y el valor para exhortar a nuestros pastores a
fin de que no nos sobrevinieran mayores males. Por tanto digo:
Cardenal
Marx, tomando prestadas las palabras de San Pablo, Vuestra Eminencia tiene las
manos manchadas de sangre.
Cardenal
Reinhard Marx: Vuestra Eminencia ha demostrado ser un lobo como aquellos que,
según profetizó el Apóstol de los Gentiles, vendrían a devorar las ovejas
hablando cosas perversas y arrastrando consigo a los discípulos (Hechos
20,29-30). Escribiendo a los corintios, San Pablo calificó a los pastores que
son como Vuestra Eminencia de falsos pastores, falsos apóstoles, obreros
engañosos que se disfrazan de apóstoles de Cristo (2ª a los Corintios 11,13).
Vuestras
falsas enseñanzas sobre el aborto, el adulterio y la homosexualidad han
pervertido a toda una generación de jóvenes católicos. Muchos de ellos realizan
acciones abominables que claman venganza al Cielo, y que pondrán en peligro su
alma y les harán también padecer en su cuerpo. Todo porque Vuestra Eminencia
pretende tergiversar la verdad de Cristo en beneficio propio.
Vuestra
Eminencia quiere codearse con la élite de este mundo. Habla de ayudar a los
necesitados, pero luego se gasta más de veinte millones de dólares en reformar
sus residencias de Múnich y de Roma. Habla de atender a quienes tienen
tendencias homosexuales, y luego fomenta las mismas conductas que, como sabe,
acarrean el sida y otras enfermedades mortales, y lo que es peor, la
condenación eterna. Vuestra Eminencia tiene las manos manchadas con la sangre
de ellos.
¿Cómo puede
tener la osadía de bendecir actos que son perjudiciales para los cuerpos y para
las almas?
Es un falso
profeta como aquellos de los que nos advirtió San Pedro, el primer pontífice.
Dijo que gente como Vuestra Eminencia introduciría herejías perniciosas, y que
muchos seguirían su sensualidad y a causa de ellos sería blasfemado el camino
de la verdad (2ª de Pedro 2,1-2).
Ha
confundido la fe de nuestros hijos. Los padres católicos hemos venido a decirle
que ha corrompido la fe de nuestros hijos, ha sido una piedra de tropiezo para
ellos y los ha descarriado. Los ha encaminado al Infierno haciéndoles creer que
vuestra falsedad es el camino de Cristo.
Arrepiéntase
de su maldad, pues de lo contrario le espera el fuego del Infierno. Nuestro
Señor advirtió que más valdría que le amarraran al cuello una rueda de molino y
lo arrojaran al mar (Marcos 9,42).
¿Cómo puede
tener el descaro de llamarse católico? Ha dicho que no quiere ser como una
sucursal de Roma, y que Alemania emprenderá su propio camino sinodal. Sabe de
sobra que en la Iglesia sólo hay un cuerpo y un Espíritu, un solo Señor, una sola
Fe y un solo Bautismo, porque sólo hay un Dios y Padre de todos nosotros
(Ef.4,4-6).
¿Cómo puede
tener la desfachatez de profesar ser un fiel seguidor de Cristo cuando rechaza
su plan para la sexualidad humana y trata de introducir en la Iglesia el espíritu
de fornicación?
Todos sus
hermanos en el clero alemán deberían saber que si se adhieren a vuestras
herejías traicionan a Cristo. Ojalá todos los sacerdotes fieles de Alemania
rechacen vuestras herejías y peleen el buen combate y guarden la Fe para que el
Juez justo los premie (2ª a Timoteo 4,7).
Vuestra
Eminencia sigue apoyando y dando la Sagrada Comunión a políticos católicos que
promueven el aborto, y luego, cuando un católico fiel deja de dar a la Iglesia
la contribución de sus impuestos le niega los sacramentos.
Vuestra
Eminencia ha dado a los fieles un falso cristo y un falso evangelio, los cuales
rechazamos, y nos adherimos a la Iglesia que es una, santa, católica y
apostólica, y que predica la sana doctrina instando a tiempo y a destiempo,
aunque sea lo contrario de lo que el mundo quiere oír (2ª a Timoteo 4,2).
Con todo,
aun después de tanto daño como ha hecho a nuestra amada Iglesia y a nuestros
hijos, esperamos que Vuestra Eminencia se convierta y rezamos por ello. Todavía
está a tiempo para regresar a la vía de Cristo antes de comparecer ante el
justo Juez (1ª de Pedro 4,17-18).
Cardenal
Marx, escuche a Cristo: ¡Arrepiéntase y crea en el Evangelio! El verdadero
Evangelio.
Hasta que
se arrepienta, exhortaremos a los católicos a evitar a Vuestra Eminencia y no
hacer caso de sus enseñanzas. Lutero describió con términos terribles y falsos
la epístola de Santiago llamándola «impropia de un apóstol», pero esas palabras
tan horrorosas describen a la perfección las acciones de Vuestra Eminencia.
Arrepiéntase
y crea en el Evangelio (Marcos 1,15).
Roberto de
Mattei - Exhortación a los católicos alemanes para que no
paguen el Kirchensteuer.
Por la
presente, exhorto a los católicos de Alemania a dejar de pagar el Kirchensteuer o
dinero que se les descuenta de los impuestos para que con él sostengan su a la
Iglesia. Es inadmisible que la única manera de eximirse de ese impuesto forzoso
sea hacer una declaración obligatoria de abandono de la Iglesia seguida de una
excomunión de facto.
La
Conferencia Episcopal Alemana ha decretado que quienes hagan dicha declaración
de apostasía ya no puede confesarse, recibir la Comunión ni la confirmación ni
tampoco tener un funeral católico cuando se muera. Sin utilizar abiertamente la
palabra excomunión, la Conferencia Episcopal castiga a todos
los que abandonan la Iglesia por motivos económicos, excluyéndolos de la vida
sacramental, lo que en la práctica equivale a la excomunión (canon 1331 § 1).
Sólo se les puede readmitir a los sacramentos después de retractarse de su declaración
y comprometerse a cumplir sus obligaciones económicas.
De acuerdo
con el camino sinodal, los católicos divorciados que se han
vuelto a casar que hacen su contribución a la Iglesia pueden recibir los
sacramentos, mientras que los católicos observantes que se niegan a pagar tal
impuesto son terminantemente excluidos de participar en la vida sacramental de
la Iglesia. Herejes y cismáticos notorios, entre los que se incluyen sacerdotes
y prelados, no son sancionados, en tanto que se aplica la excomunión a un acto
que en el peor de los casos se puede calificar de desobediencia por parte de
los laicos, contra lo cual el derecho canónico no tiene prevista pena alguna.
Es cierto
que el deber de ayudar económicamente a la Iglesia forma parte de la Tradición católica
y está recogido por el nuevo Código de Derecho Canónico en los
cánones 222, §1 y 1260. Pero la Tradición de la Iglesia jamás ha
considerado el incumplimiento de dicho deber un delito punible en sí, y el
Código no estipula ninguna pena contra quien lo incumple.
A no ser
que se entienda que lo que se castiga no es la negativa a pagar el impuesto,
sino el abandono de la Iglesia Católica, equiparado al delito de cisma o
apostasía, que el Código sanciona con la excomunión latae
sententiae (canon 1364 § 1). Pero el Kirchenaustritt, para
que tenga relevancia canónica, tiene que ser una decisión libre y consciente,
no un acto al que se ve obligado, por motivos muy variados, quien no quiere
pagar una contribución injusta.
Por su
parte, el estado alemán contraviene su propia Constitución, que garantiza que
no se discriminará a ningún ciudadano por motivos de religión. Un estado
aconfesional no tiene derecho a entrometerse en la esfera privada de sus
súbditos, porque sabe que la consecuencia de indicar a las autoridades
eclesiásticas de su religión supondrá, o bien la imposición de un impuesto, o
severas sanciones económicas. En este caso, las autoridades civiles hacen las
veces de brazo secular de la Iglesia.
A su vez,
la Iglesia sacrifica el derecho fundamental del cristiano a no ser objeto de
injerencias del Estado en cuestiones relativas a la Fe y la moral, y vulnera la
libertad religiosa de los propios fieles obligándolos a hacer una declaración
pública de que dejan de pertenecer a la Iglesia por razones meramente
económicas.
El criterio
para pertenecer a la Iglesia Católica se funda en la fe que todo católico
recibe con el Bautismo, y no se lo puede reducir al pago de una contribución.
Sólo una institución fuertemente secularizada puede equiparar la pertenencia a
la Iglesia con el pago de una cuota que se descuenta de los impuestos. La
Iglesia alemana, económicamente rica, pero en lo espiritual cada vez más pobre,
se muestra a los ojos del cristiano como un aparato y burocrático subordinado a
la opinión pública y las autoridades civiles. Es más, quien subordina la vida
sacramental al pago de un impuesto incurre en el pecado de simonía (Hechos 8,
5-24), o sea, la venta de bienes espirituales que ha caracterizado todas las
épocas de graves crisis en la Iglesia.
Se conoce
en la historia con el nombre de Kulturkampf (guerra cultural,
n. del t.) la persecución de los católicos efectuada por el canciller Bismarck
en las tres últimas décadas del siglo XIX. El teórico comunista Antonio Gramsci
propuso por su parte un nuevo Kulturkampf contra la Iglesia
Católica, sin imaginar que su plan de secularización de la sociedad lo
llevarían a cabo obispos. La pregunta crucial que nos planteamos es: ¿puede un
católico ser cómplice del proceso de descatolización de su propio país?
Comprendemos
el doloroso problema de conciencia que supone. De todos modos, pagar el Kirchensteuer significa
cooperar directamente con el proceso de secularización de la Iglesia en
Alemania y en el mundo que los prelados alemanes promueven en el aspecto ideológico
y sostienen en el económico. Pagar el Kirchensteuer significa,
en este momento, sostener el camino sinodal.
Por dicha
razón, negarse a contribuir económicamente a la Conferencia Episcopal Alemana
no significa volver la espalda a la Iglesia ni tampoco abandonar la Fe
católica, sino defenderla. El bien, no sólo de la Iglesia alemana, sino de la
universal, nos motiva a hacer un llamamiento a los católicos de Alemania: dejen
de pagar la Kirchensteuer! Ponemos esta exhortación a los pies
de María, patrona de Baviera, protectora invencible de Alemania y Madre de la
Iglesia.
Nota
bibliográfica:
El estudio
más convincente sobre la Kirchensteuer es obra del teólogo y
canonista suizo monseñor Eugenio Corecco (1931-1995): Dimettersi dalla
Chiesa per ragioni fiscali (3. Dimettersi dalla Chiesa per ragioni
fiscali | Eugenio Corecco). El principal documento sobre el abandono de la
Iglesia católica es el è L’actus formalis defectionis ab Ecclesia
catholica publicado el 13 de marzo de 2006 por el Pontificio Consejo
para los Textos Legislativos (Actus formalis defectionis ab Ecclesia
catholica).
(Traducido por Bruno de la Inmaculada)